viernes, 22 de abril de 2011

La televisión indulta

"La TV da pavor".
Con la televisión, esa caja de múltiples tamaños y colores que se inventó para transmitir imágenes en movimiento y sonido a distancia, todo es posible. La situación llega a tal punto que parecería normal que un famoso ex-jugador de fútbol salga en conferencia de prensa a insultar y degradar a un periodista deportivo, o que un reconocido director técnico identificado con San Lorenzo no pueda ocultar su deseo de abusar sexualmente de un menor. Esto es, palabras más palabras menos, lo que tratan de argumentar Pablo Alabarces, licenciado en Letras y sociólogo, y la crítica Josefina Licitra. “No puede ser que el espejo sólo sea la televisión, que da pavor”, revela uno, al tiempo que la otra escritora en cuestión afirma: “A esta altura no queda ni el espanto; sólo quedan anécdotas y un presente eterno que impone sus propias reglas: el pasado no existe, lo que existe es el carisma…”.

A las claras, estos dos profesionales se muestran preocupados por el grado de interés que ocupa hoy en día el consumo de los medios de comunicación y, a la vez, la endeble importancia que se les da a temas que en otros contextos serían -sin duda- mucho más estrepitosos. Por un lado, Pablo Alabarces no le atribuye toda la culpa al mecanismo que emite el mensaje: “Algunos periodistas, hoy, hasta se visten igual que los jugadores y hablan de la misma manera. Si el periodista no se diferencia del hincha, nuestro rol tambalea. Además, todo se reduce a metáforas sexuales y se divide al mundo en machos o putos”. Indignado por esta circunstancia perturbadora, otorga lo que sería -a su criterio- la receta justa como para terminar con este tema controvertido: “Al periodismo le falta salir del hecho y encontrar contextos más amplios de explicación”.

En contraste, la crítica Licitra responsabiliza no sólo al público consumidor sino también a la cara visible de los medios de comunicación. “La gente que compra el ‘combo Bambi’ pertenece a la misma sociedad que le incendia la casa al violador del barrio y que aplaude su castración. Asimismo, contratar como imagen publicitaria a una persona que cumplió una condena por intento de violación a un menor, es un síntoma alarmante de descomposición social”, esbozó, dando a entender que -en primera instancia- los principales infractores son aquellos que permiten que tales barbaridades tengan espacio en los medios y sean difundidos a mansalva.

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