Perdón Lanús. Gracias
campeón. No me gusta empezar los textos con oraciones
cortas, con tanto punto y seguido, a contramano de mis ideales gramaticales y
sintácticos. Nunca me simpatizó y no lo hará ahora. Sin embargo, son los
sentimientos los que en estas últimas horas dominan las acciones del cuerpo.
Cada una de ellas, sin excepción. Y estas cuatro palabras reflejan con
claridad lo que se me vino rápidamente a la cabeza cuando llegué
anoche a mi casa, en ese barrio de corazón, después de un día que no voy a
olvidar nunca.
El hacedor. Jorge Francisco Almirón, el DT que llevó al Granate a lo más alto de Argentina. |
En algún momento de los años
que pasaron recientemente -no recuerdo bien en qué punto exacto- expulsé una
sentencia que me brotó desde las entrañas. “¡Qué año de mierda, nunca
más lo vamos a ver campeón! Si no fue ahora, con todas estas oportunidades,
nunca, nunca más”, lancé ante la atenta mirada (triste y
sorprendida) de mis amigos más cercanos, aquellos que comparten la misma
pasión visceral que yo. Ninguno se animó a reprocharme, y por eso creí que
acertaba. Pero faltaba a la verdad.
Las frustraciones se acumulaban
con el paso de los campeonatos (locales e internacionales) y me había
hartado de ver desde el andén cómo se nos iba una y otra vez el tren hacia el
paraíso. Y pasaba cada vez más seguido. Ni siquiera nos daba la chance
de tirarnos abajo… Teníamos el boleto, pero siempre pasaba algo que nos hacía a
un lado. Estaba podrido, indignado, pero acompañaba siempre: de
local y de visitante, gracias a esos privilegios que tenemos
los periodistas.
El año del Centenario fue
un trago amargo durísimo de digerir. Pero todo empezó un poco antes, con ese
bombazo agónico que le dio a Bolívar un empate de oro en La Fortaleza y que
empezó a sentenciar la suerte de nuestro Granate en la Libertadores. Ni hablar
del golpe contra Atlético Mineiro y del papelón en Japón contra
un rejunte de desconocidos. Todo de mal en peor. Encima el
glorioso plantel de la Sudamericana 2013 se iba desmantelando cada vez más como
esos autos chocados que duermen en las veredas de las comisarías de Chingolo y
sus alrededores.
Poco se modificó la
situación en 2015. Al contrario, se profundizó la herida. Primero con el
terrible fallecimiento de Diego Barisone (#PorSiempreBari) y
después con los dos o tres momentos puntuales que terminaron de soltar la
guillotina. La eliminación contra Defensor Sporting en Montevideo, el
gol que nos hizo Pepe una noche amarguísima en Mar del Plata y el
baile que nos dio Boca en San Juan por la Copa Argentina. Todos cachetazos que nos
hicieron ver de reojo la cantidad de kilómetros recorridos en tan pocos días y
de replantearnos si verdaderamente valía la pena.
Para colmo sobre el cierre
del año se le daba punto final a la era Barros Schelotto. Adiós a esos mellizos
ganadores que nos devolvieron el hambre y las ganas de ganar. Un broche de
bronce para un ciclo que -a pesar de las frustraciones enumeradas- fue dorado.
Además el cambio de autoridades en la institución, la riesgosa apuesta de
Nicolás Russo con un DT para nada identificado con Lanús como Jorge Almirón, de
paso irregular por Independiente. En contrapartida, como para compensar un poco
tanta pálida, el regreso del segundo jugador más importante de la
historia contemporánea del club: José Sand. Y la continuidad del único
que está por encima de él en esta escala de valores: Lautaro Acosta.
Se mantuvo una base
interesante y se reforzó al plantel con nombres puntuales que -a primera vista-
no entusiasmaban mucho. Pero lo fundamental en todo esto, recién me di cuenta
cuando ya nos encaminábamos hacia la gran final del torneo, era el grupo humano
que se había armado y el libreto que repartió Almirón entre sus muchachos. Así
se forjó un equipazo que salió campeón de punta a punta. Sin titubear. Bailando
a todos por un sueño. Superados sólo por Racing en el Cilindro. Con la
mayor cantidad de goles convertidos y la valla menos vencida. Con un #JS9 en
llamas y niveles altísimos de todos. Con nosotros, los hinchas, que fuimos
parte de una movilización masiva que nuestros nietos no se cansarán nunca de
ver y de disfrutar.
Perdón Lanús. Te
lo pido de corazón. Estoy avergonzado y arrepentido. Nunca debí dudar ni bajar
los brazos. No es lo que me enseñó mi viejo… Él sí que conoció las malas de
verdad: desde ver (sin entender) las lágrimas de mi abuelo luego de la
interminable definición perdida por penales contra Platense hasta
desfilar por los peores potreros de la Primera C. Tantas veces tuvo que
soportar que le preguntaran “¿Che, y de la ‘A’ de qué cuadro sos?”,
cuando decía orgulloso que era de Lanús… Hoy está chocho. Es el nene que sale a
la vereda con sus juguetes nuevos ante las miradas envidiosas que se esconden
detrás de las ventanas vecinas.
Y lo tiene merecido. Bah, todos nosotros. Hasta yo, que acompañé siempre, aunque últimamente con cierto pesimismo. Pero ya nunca más será así, te lo prometo y no me lo volvería a permitir. Gracias campeón por alegrarme la vida.
Y lo tiene merecido. Bah, todos nosotros. Hasta yo, que acompañé siempre, aunque últimamente con cierto pesimismo. Pero ya nunca más será así, te lo prometo y no me lo volvería a permitir. Gracias campeón por alegrarme la vida.