Las despedidas son esos
dolores dulces (…) que dejan un sabor amargo en la boca, una estaca clavada en
el pecho y una maraña de pensamientos en la cabeza. Pero qué se le va a hacer:
las historias empiezan y terminan. Y ya. A veces según lo planeado: ahí todo es
felicidad y satisfacción. Y otras tantas por la fuerza o sin el desenlace
deseado: acá todo es angustia y tristeza. Se acabó, Lanús: los mellizos
Barros Schelotto se van -se nos van- y no se puede hacer nada. Bah,
sólo rememorar y agradecer, ante todo, porque en la vida no hay peor cosa que
ser un desagradecido. ¿O no?
Se van campeones. De la mano de Guillermo y Gustavo, Lanús logró la Sudamericana 2013. |
Todavía recuerdo aquella
conferencia en la que Guillermo se presentó en lo que sería su primera
experiencia como entrenador. El panorama era desalentador: parecía
tímido, hablaba lo justo y necesario, y cuando le preguntaban qué estilo
tendría su equipo, repetía:“Quiero que juegue bien al fútbol, que tenga
actitud y ganas de ganar”. Poco y nada, no llenaba. Eso sí, aquel
martes 10 de julio de 2012 el mellizo le marcó el terreno al mundo del fútbol:“A
partir de hoy desde las 10 de la mañana soy el técnico de Lanús. Me preocupa
nada más que Lanús”. Y sería así durante casi tres años y medio. Lealtad a
la palabra.
Si bien es cierto que la
institución es lo más importante que hay y que está por encima de cualquier
nombre, los Barros Schelotto dejan para la posteridad una huella imborrable en
esta parte del Sur del Gran Buenos Aires. Instalaron su mentalidad
ganadora y armaron un equipo respetado por todos, que logró la Copa
Sudamericana 2013 y un histórico cuarto puesto del ranking mundial. De la mano
de ellos, Lanús coqueteó con la gloria muchas veces más, a nivel local e
internacional, pero las malas decisiones -propias y ajenas- y el destino se lo
impidieron. Merecieron más de lo que consiguieron.
Las imágenes van y vienen
por la cabeza. Se entremezclan. Hay algunas que duelen y que prefiero olvidar
para siempre, como la del traspié en Belo Horizonte contra Atlético Mineiro, en
esa Recopa que arañamos, o la del papelón hecho en Japón, en esa Suruga Bank
que hoy tendría que estar en la vitrina del club. Pero ya está, no reniego de
lo que no tengo. Me quedo, más allá de la tercera estrella, con esa
sensación única y hermosa de ir confiado a cualquier cancha de Sudamérica. A
modo personal, nunca antes lo había sentido así.
Ya está… Poder decir ‘adiós’
es crecer. Se acabaron las discusiones interminables y
acaloradas por justificar aquellas situaciones que -pensándolas en frío- quizás
eran indefendibles. Después de esta serie definitoria frente a Gimnasia y
Esgrima La Plata, no habrá más mellizos. Será difícil acostumbrarse a mirar
hacia el banco y no verlos ahí, reclamándole al cuarto árbitro lo que creían
que era justo. Siempre defendiendo a capa y espada a Lanús y a sus jugadores.
Desde el primer día y hasta el último. Por eso, gracias Guillermo y
Gustavo Barros Schelotto. Gracias eternas. Los extrañaremos. Y los
esperamos.