Blas
Tapparello cuenta cómo lleva su vida en las Inferiores sabiendo que cada gol
que convierte en la Sexta División
lo acerca un poco más a su sueño. Palabra de crack.
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Un paso adelante. "Hay que manejar el grupo y ser el primero en todo", admite Tapparello. |
Llegó desde Venado Tuerto, provincia de Santa Fe,
como un diamante en bruto que había que pulir con mucho empeño y hoy es uno de
los grandes valores de las Divisiones Inferiores de Lanús. Aún con demasiado
camino por recorrer, Blas Dante Tapparello (17 años) ratifica todos los fines
de semana que es un delantero fuera de serie, uno de esos que no abundan en los
clubes y que no aparecen por generación espontánea. Sus destacadas actuaciones no
sólo producen una expectativa inconmensurable en los pasillos del Polideportivo
sino que también propagan una envidia lógica en los dominios ajenos.
Tappa, como todos lo apodan desde que llegó a
mediados de 2009 a esta parte del Sur
del Gran Buenos Aires, vive en un departamento ubicado en el corazón de la
ciudad y forma parte del plantel de la Sexta División que dirige
Héctor Romero, mejor conocido como El Cabezón. Y luego de almorzar junto con
sus compañeros en el coqueto comedor de fútbol amateur que se encuentra en las
entrañas de la nueva platea de la
Fortaleza, Blas deja en segundo plano su elocuente timidez con
los micrófonos y acepta el diálogo exclusivo con el Diario del Grana.
“Jugaba en
un club de mi pueblo llamado Jorge Newbery, que era como un selectivo de
jugadores. Llegué a Lanús después de haberme probado junto con otros chicos en
Vélez y en Boca”, relata Tapparello mientras se acomoda en el banco de
suplentes de la cancha auxiliar del poli, el lugar donde reiteradamente
deslumbra con su buen desempeño. Y además de reconocer que es un gran admirador
del Pepe (José) Sand, Blas detalla cuáles son sus características: “Soy centrodelantero y me gusta mucho
jugar dentro del área. Soy un zurdo neto, la derecha la tengo hasta ahí, ja. Y
de arriba vengo bien para cabecear”.
Su día comienza bien temprano, alrededor de las
6.30, y una hora después ya se entrena bajo la atenta mirada del preparador
físico Cristian Carrizo. Goleador absoluto de su categoría con 13 goles (suma
50 desde que comenzó a jugar en Lanús) en el actual Campeonato del Fútbol
Juvenil, Tappa cuenta lo que es llevar la cinta de capitán y las obligaciones
que esa insignia le demanda. “Es
complicado, pero te tenés que hacer respetar. Es así. Uno tiene que manejar el
grupo y ser el primer en todo. Y es fundamental hablar mucho dentro y fuera del
campo de juego, sobre todo con los árbitros”, justifica con una sonrisa
pícara.
El ambiente sufre una metamorfosis en un abrir y
cerrar de ojos: el cielo se ennegrece y todo hace indicar que la lluvia no
tardará en llegar; y también hay un cambio notable en el semblante de
Tapparello. No es tonto, sabe que el rumbo de la nota se arquea hasta llegar a
un tema que requiere seriedad y conceptos más claros. Y el punta santafesino sale
adelante con la misma prestancia que luce cuando juega. Lo hace sin
complicaciones a pesar de su poca experiencia en las entrevistas.
- ¿Sos
conciente de que hay mucha expectativa puesta en vos?
- Sí, es difícil, pero lo sé y trato que no sea
una presión sino que sea una motivación. La realidad es que yo apunto a llegar
a Primera, y hasta ahora sé que estoy haciendo las cosas bien. Espero que la
oportunidad me llegue en algún momento.
- ¿Es muy
complicado manejar esa lógica ansiedad?
- Por supuesto que sí. En mi caso hablo con mi
viejo y él me dice que tengo que estar tranquilo. Hay que darle tiempo a todo.
No me aburre jugar en Inferiores, pero lo cierto es que uno tiene que
evolucionar sin quemar etapas.
- Tu objetivo es claro: llegar a Primera.
¿Pero cuál es tu sueño?
-
Ser goleador y jugar en la Selección. No
me han convocado a las selecciones juveniles, pero hace unos meses fui a jugar
un partido. Lograrlo es bastante difícil. Pero no aflojo porque lo único que me
gusta es el fútbol y no me imagino en otra profesión.
- Y encima estás lejos de tu familia…
-
No es fácil vivir en la pensión… En el primer año se me pasó por la cabeza
irme, pero después mi familia empezó a visitarme cada dos fines de semana.
Igualmente acá uno está como quiere porque lo tratan de la mejor manera. Por
ejemplo, te despiertan a la hora del colegio y te están encima si te enfermás.
Hay una sala de juegos que tiene una Playstation y varios metegoles para matar
el tiempo. Además nos juntamos con algunos chicos y vamos a dar una vuelta por la Avenida 9 de Julio. Pero
la ausencia de la familia se siente demasiado.