Recién pateábamos los
primeros días de agosto, y el frío y la niebla eran una constante en esas
típicas mañanas de invierno. Ese martes yo gozaba de franco y por ende no tenía
que ir al Círculo de Periodistas Deportivos, donde estaba cursando el primer
año. Entonces aproveché para ir a la presentación de la camiseta de Lanús que
se hacía al mediodía en un conocido boliche de Palermo Hollywood. Todo muy
lindo y lujoso, pero no me entusiasmaba demasiado, sobre todo porque el
sinsabor de haber perdido el Clausura ‘09 a manos de Vélez aún era muy
reciente. Todavía daba vueltas en mi cabeza la imagen de Faccioli y
ese penal infantil al Burrito Martínez. Sin embargo, cualquier
cosa era una buena excusa para estar cerquita de ese gran amor.
Iba por la Av. 9 de Julio
rumbo a la estación, usaba -como nunca antes en esos 18 años- pantalón de
vestir y saco negro y escuchaba en la radio un programa deportivo cuyo nombre
no recuerdo. Caminaba apurado porque el cielo estaba gris y la lluvia era una
amenaza constante. Entonces uno de los cronistas irrumpió al aire para dar una
supuesta información de último momento: “Lanús acaba de arreglar la
venta de Sand a un equipo de Emiratos Árabes por 10 millones de dólares…”. Fue
un flechazo al corazón. Detuve mi marcha, quedé paralizado en el medio del
paso, en estado de shock. La gente empezó a llevarme por delante. Unos segundos
después recuperé la noción del tiempo y el lugar con una certeza: aquel
día ya estaría arruinado sin importar lo que pasara.
Ese es el famoso Pepe. Que un día -seis años y monedas después- volvió a Lanús, su casa. |
Ese fue el puntapié inicial
de una peregrinación cruel y tediosa que se prolongaría durante años. La meta
era encontrar un delantero que usara la ‘9’ y que cubriera el vacío que había
dejado la partida de Pepe. Parecía imposible… ¿Quién sería el indicado
para reemplazar a un goleador que además era campeón e ídolo contemporáneo del
club? Muy difícil. Y eso que se intentó con jugadores de renombre como
Salcedo, Ismael Blanco y el uruguayo Silva, entre otros. Pero ninguno dio en la
tecla más allá del protagonismo que tuvieron el Zungui y el Tanque en la
consagración de la Copa Sudamericana 2013. Es más, a varios la camiseta les
quedó gigante. Ninguno era Sand. Ni por asomo.
La respuesta a aquella
pregunta, en realidad, era más sencilla de lo que muchos imaginábamos. El
hombre adecuado para sustituir a Sand era -ni más ni menos- el mismo Pepe… Claro
que se trató en reiteradas oportunidades de repatriar al correntino. De hecho
el Granate pensó en él durante los últimos once, doce libro de pases, pero siempre
se interpuso algo que impidió su regreso: cortocircuitos con su
representante, desarreglos económicos, peleas de egos y varios etcéteras más
que hoy ya no tiene sentido evocar. Porque la peregrinación finalizó. Fue
agotadora, pero se terminó. Amigos míos, nos podemos abrazar: José volvió a
Lanús.
Desde aquel martes 4 de
agosto de 2009 a este jueves 17 de diciembre de 2015 sucedieron muchas cosas.
El cielo plomizo y la sensación de lluvia es la misma, está claro. Lanús, su
casa, volvió a salir campeón y llegó al top 4 del ranking mundial de clubes.
Tuvo equipazos que ilusionaron a los hinchas y otros rejuntes que dejaron
bastante que desear. Hace pocos meses celebramos el Centenario Granate y le
demostramos en la cara que La Fortaleza es su lugar en el mundo, y que se
equivocó cuando -ya no importa el porqué- se fue a probar suerte a Racing. Dicho
sea de paso, cómo dolió verlo con esa camiseta. Pero ya está, no hay rencores
sino amor.
Tuve el privilegio de
presenciar in situ su último partido en el Granate, en la
calurosa Tucumán y contra el casi descendido San Martín, pero no pude gritar su
doblete porque estaba en la platea local. Así que esos festejos me quedaron
atragantados como un nudo en la garganta, ¿saben? Pero tengo fe de que ya va a
llegar el desahogo. Sólo hay que esperar. Si lo hice durante tanto tiempo,
¿cómo no voy a hacerlo un poquitito más? Ya está. Ya está acá. Yo sabía
que iba a volver. Siempre lo supe, era una corazonada más que una sensación. Porque
en estos seis años y un puñado de meses de desencuentros, ‘andábamos
sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos’. Gracias
por volver. No te vuelvas a ir.