Desde el
punto de vista futbolístico, Lanús quedó lejos en la carrera por ganar el
Torneo de Transición. Sin embargo, los números lo ponen a sólo tres puntos de
River, cuando quedan nueve en juego. Tiene algo más a su favor: su espíritu.
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Ya no depende de sí mismo. El equipo de los Mellizos tiene que ganar y esperar resultados. |
La
visita a Independiente dejó mucho más que una goleada en contra para el
archivo, quizá la derrota más dura de la era Barros Schelotto. Por
no decir la peor de todas, está claro. Inmediatamente después de que Germán
Delfino sonó su silbato por última vez en la calurosa noche de Avellaneda,
Lanús se retiró del Libertadores de América con la sensación de que se
había despedido de la pelea por el Torneo de Transición. Era el adiós a la
quinta competencia que se afrontó en un semestre en el que sólo hubo
frustraciones.
Fue
un sentimiento colectivo que invadió a todos y a cada uno de los que forman
parte del mundo granate: el tren estaba al alcance, no marchaba demasiado
rápido y parecía que subirse a sus vagones sería un trámite. Pero por uno de
esos caprichos del fútbol, a veces no tan ilógicos y hasta repetitivos, se lo
estaba mirando de nuevo desde el andén, con los pies llenos de barro y
la mirada perdida. Una escena que se repite con frecuencia como un deja
vu y que sólo aumenta la desazón.
Las
horas pasaron (lentas) y las pulsaciones disminuyeron paulatinamente. La
cabeza se enfrió y se amparó en el corazón para hacer lo que mejor sabe: conjeturar
y cuestionarse los porqués de la cuestión. Entonces aparecieron los números,
que cuando convienen no son tal crueles como parecen. Y ese combo explosivo
motivó la pregunta que hasta ahora pocos se habían animado a realizarse: ¿realmente
Lanús se bajó de la lucha por el campeonato local? Pero si sólo está a tres
puntos del barcelonístico River, el excelso equipo que dirige
el revolucionario Muñeco Gallardiola. ¿O no?
Todavía
quedan nueve unidades en juego. Una enormidad. Y en la próxima fecha se
enfrentarán escolta y puntero, Racing (32) y River (33). Independiente, que
para los medios nacionales es otro de los grandes candidatos a animar el
epílogo del torneo (tiene los mismos porotos que Lanús), irá a
la Bombonera.
Mientras tanto, el team de los Mellizos recibirá el sábado a
Gimnasia (18), que se ubica a seis puntos del último escalón de la tabla. Una
hipotética victoria contra el Lobo lo metería de nuevo en la discusión. Y, a su
favor, volverá a jugar en La
Fortaleza al toque contra Boca (27), que a esa altura podría
presentar una alineación alternativa para priorizar la Sudamericana.
Ahora
bien… si se tiene en cuenta lo futbolístico, el Grana tiene poco para
ilusionarse. Un equipo cuya pretensión es el título no puede recibir siete
goles en un partido y medio, en 135 minutos, y contra dos rivales que no son
claramente superiores. Un aspirante al campeonato no tiene que perder la
cordura (y a sus soldados) en las adversidades: quedar en inferioridad numérica
por actitudes infantiles es imperdonable. Y lo peor de todo: un
pretendiente a la corona no comprende la piedad; cuando está arriba, te
pisa la cabeza y no te deja poner de pie. Para apuntar y poner en
práctica.
¿En
qué radica, entonces, la esperanza granate? En eso, precisamente: en su
bendita fe, en una religión que no entiende de números ni de tácticas; en
un espíritu que se acostumbró a bordar las estrellas después de alcanzarlas (y
no antes). Y que aprendió a no darse por vencido aun cuando todos creen que
está perdido.
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