Es una tendencia que se
acentúa con el correr de los partidos y que, por lo que parece, no se detendrá: Lanús
se volvió Acostadependiente. Y no es ninguna novedad que tenga
que ser muy desarrollada. Si la pelota no pasa por los pies del Laucha, no hay
desequilibrio ni se genera peligro. No está mal que un equipo ponga en
juego al único as de espadas que tiene en su baraja. Sin embargo,
las manos pasan y su carta más importante se va desgastando. Y si se la pierde
en una jugada cualquiera, el juego se termina rápido.
Clave. Acosta, el as de espadas de Lanús. |
El problema es que no
da la sensación de que el Granate tenga un plan B o un as de bastos para
repartir el protagonismo. Hasta la finalización del Torneo de Transición, el
Chino Romero era el acompañante ideal. Pero ya no está más. Y el Laucha se
quedó solo. Él lo sabe, Guillermo y el resto de sus compañeros también. Por eso
depositan su confianza en sus corridas interminables. No está mal que se lo
busque, aunque tampoco hay que abusar.
Acosta no es un goleador
nato, más allá de que cada tanto se filtra en la defensa rival y marca, como
ayer ante el Tatengue. No hay que malacostumbrarse: lo suyo es
desbordar y asistir, como lo hizo para que Melano se lo perdiera
increíblemente debajo del arco. Cuando no le salgan las cosas, al menos pedirá
la pelota y empujará. Si hay que dar una mano para recuperarla, redoblará su
esfuerzo y correrá hacia su arco. Pero todo no puede. No le pidan más. Esto
es Lanús, no Deportivo Acosta.
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