Luego de la victoria clásica sobre Banfield, una
multitud de hinchas de Lanús copó los alrededores de La Fortaleza para recibir
al micro del plantel. El playón del estacionamiento fue una fiesta, con cantos,
abrazos y eternos agradecimientos.
Fue algo tan espontáneo como
emotivo. Una especie de descarga que el mundo granate pedía a gritos y que
permanecerá en su memoria durante muchos años. O quizá para siempre… Ni bien
Patricio Loustau pitó el final del partido, Lanús desató una fiesta
emotiva que comenzó dentro del campo de juego con los jugadores y que se
propagó rápidamente por las calles de la ciudad con los hinchas. El
vestuario visitante del estadio de Banfield fue una locura, con directivos,
dirigentes y allegados al plantel haciéndose sentir en la casa de su eterno
archirrival. Hubo cánticos, saltos y abrazos que se repitieron por un largo
rato.
Algo similar sucedió en los
alrededores de La Fortaleza… Un grupito de granates salió al barrio a compartir
su alegría con algún amigo que anduviera merodeando en la noche dominguera. En cuestión
de minutos, las decenas se convirtieron en cientos. Los hinchas
comenzaron a llegar a la puerta del polideportivo con bombos y banderas para
recibir al micro. Cuando éste arribó a Arias y Guidi, aquel puñado que se había
formado casi por generación espontánea ya era una multitud enardecida.
Ahí se dio uno de
los momentos más emotivos de Lanús en los últimos meses, con los hinchas
rodeando el transporte oficial como en las míticas caravanas que ya no se ven
en el fútbol argentino. Dentro de éste, los jugadores continuaron lo que habían
empezado en Peña y Arenales. Algunos saltaban y cantaban, en tanto que otros
aprovechaban para retratar el momento con la cámara de su celular.
Una vez que el colectivo se
detuvo, los granates improvisaron una especie de pasillo para que sus
muchachos pasaran por allí rumbo al vestuario. Los abrazaron, les cantaron
en la cara y les agradecieron hasta el hartazgo por semejante alegría. No se
salvó ninguno, ni siquiera los juveniles. El más mimado, claro, fue el Laucha
Acosta, a quien llevaron en andas al ritmo del clásico ‘un
minuto de silencio…’, dedicado al Taladro. El playón del estacionamiento
fue testigo del lazo afectivo que se forjó entre los fanáticos y los
integrantes del plantel.
Fue un episodio único e
inolvidable para ese millar de granates que se acercaron a darle las gracias a
sus players por haber cumplido con creces en el compromiso que todos querían
ganar, ese en el que está en juego el honor del barrio. Les habían pedido que
jugaran como hinchas, que dejaran todo. Y así fue. No fallaron. En el
mismo lugar donde hace una semana un trompazo hirió el estado de ánimo del
pueblo lanusense, anoche todo fue puro mimos y caricias.
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