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¡Dale campeón! La Séptima de Meske y el Kily Peralta festeja el título de Inferiores. |
Dicen
que el fútbol no da revancha y que los momentos que fueron de una manera ya no
serán de otra. Ellos sienten lo mismo, pero no niegan que se sacaron de encima
una mochila con un peso inconmensurable, una presión que los hostigaba día y
noche. La Séptima
de Lanús, esa misma que hace dos años había perdido por penales en la última
batalla ante Chacarita, escribió con pluma de tinta eterna una de las páginas
más gloriosas de la historia del club. De la mano de Hernán Meske y del Kily Adrián Peralta, el Granate se consagró campeón de su categoría
al derrotar en la última fecha de la Copa Campeonato de AFA a Racing, en Avellaneda.
Fue por 2 a
0, con goles convertidos por Marcos Astina y por Joel Martínez.
El
sol pegaba fuerte y amenazaba con achicharrar la piel en esa mañana que será
irrepetible en el predio Tita Mattiussi. Al cronómetro del árbitro todavía le
quedaba cuerda cuando las agujas del reloj marcaban las 10.30, pero el partido
se había terminado hace rato. Es que luego de un primer tiempo para el olvido,
los chicos dejaron de lado sus nervios y en la segunda parte se dedicaron a hacer
lo que mejor saben: jugar cortito y a dos toques, sin revolear la pelota,
buscando siempre al compañero más cercano. Se sacaron la presión. Y los frutos
no tardaron en florecer: al golazo de Astina, de sobrepique, lo precedió una
sublime trepada por izquierda de Joaquín Ibáñez. Y el posterior desahogo de Teo Martínez fue la frutilla de un
postre que se sirvió mucho antes de que finalizara el almuerzo.
El
inoportuno y fastidioso sonido del silbatazo que marcó el final del encuentro
nunca fue tan agradable. Fue como uno de esos cantos que llenan el alma. El
alambrado perimetral que separaba el vestuario del campo de juego no fue un
impedimento para aquellos que encontraron en esta consagración un alivio para
el incansable trabajo que llevan a cabo cada día. Ahí estaba el Presidente de
la institución, Nicolás Russo, abrazado a un Fabián Soubeste que seguramente
habrá recurrido a su santo y seña mufador de los ataques rivales. También
estaban Beto Lizarraga, Tito y Java, dirigentes del Departamento de Fútbol Amateur. Los tres
festejaban al borde del llanto. Y no es para menos. Si al fin y al cabo
celebraban el esfuerzo de sus hijos adoptivos. Otros hicieron el sacrificio y
se quedaron en el polideportivo, a la espera da la buena nueva. Los familiares también
pusieron lo suyo, claro.
Sobre
el verde césped, ese mismo que se tiñó durante varios minutos de color granate,
Pablo Fernández fue vencido por primera vez en toda la mañana y cayó
voluntariamente de espaldas. El arquerito
contuvo todo lo que le tiraron y terminó fusilado. Un poco más adelante, los
cuatro gladiadores de la última línea se unieron en un estrujón interminable. Hubo
lágrimas en los ojos de Axel Ochoa. El llanto se repitió en la mayoría de los
rostros transpirados. A algunos, como Matías Billordo y Franco Acevedo, la
ficha les tardó en caer. Ulises Arias, uno de esos diez tradicionales que
destilan calidad, se abrazó con su incondicional Marcos Astina, otro de los
promisorios baluartes de esta categoría. Y el Pata Ibáñez fue uno de los primeros en entonar el grito sagrado:
“¡Dale campeón, carajo!”. Sus camaradas, encabezados por Matías Taborda, lo siguieron
como si tuviera la varita de la orquesta. La vuelta olímpica llegó por
generación espontánea. También el merecido aplauso. Hubo ronda en el círculo
central y una meritoria ovación para Meske, un entrenador que supo cómo limar
las asperezas y traer armonía en un grupo que no siempre estuvo tan unido como
ahora.
La
algarabía no terminó ahí. Los cánticos de cancha se multiplicaron en el
vestuario visitante. No faltó nadie. Estuvieron ellos, los campeones. Y los que
los acompañaron en cada traspié. Recibieron el saludo de Nicola, y éste les dejó un mensaje que recordarán por siempre: “Los
felicito… Estoy seguro que esta categoría 96 será la base de un futuro Lanús
campeón”. Algunos asimilaron rápidamente sus palabras y fruncieron el ceño… Saben
que hay una enorme expectativa puesta sobre ellos y que ahora todos hablarán de
esta epopeya. Son concientes de que la brecha que los distancia del plantel
profesional de Primera es cada vez más pequeña. Y que ésta ha sido sólo una de
las tantas pruebas que rendirán antes de pegar el salto al fútbol grande. Pero
para eso falta mucho. Ahora es tiempo de seguir con los festejos. Y de
disfrutar a estos chicos maravillosos, esos que caminan como gigantes a pesar
de que sus documentos denuncian que todavía son unos pibes. Unos pibes con una
gran historia para contar.
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