Si por algo se ha destacado el Club Atlético Lanús en los últimos años fue por el esfuerzo, la dedicación y el trabajo que les ha dedicado a sus Divisiones Inferiores. Desde canchas de césped sintético hasta una pensión cinco estrellas, la institución del Sur del Gran Buenos Aires es hoy en día una de las pocas del fútbol argentino que posee los elementos básicos para alcanzar la formación integral de los futbolistas.
Su buen presente institucional le ha dado la posibilidad de brindarles a sus jugadores ciertas comodidades que en otros clubes resultarían impensadas porque su costo es significativamente elevado. Una de ellas, y quizá la más importante en esta especialidad, es la realización de la pretemporada de verano en lugares propicios para la puesta a punto física, mental, psicológica, futbolística y humana de los juveniles.
El affaire entre las Divisiones Inferiores de Lanús y los viajes de pretemporada comenzó en los primeros años de la década del '90, bajo la gestión del Dr. Carlos González. Y a pesar de que los intérpretes de esta interesante obra han ido rotando con el paso de los años, el libreto fue, es y será siempre el mismo: consolidar un grupo humano. Eso no significa que no se priorice la preparación futbolística o el aspecto físico, que a propósito es elemental para encarar una agenda anual cada vez más cargada de compromisos y de obligaciones; sino que el objetivo ilustre consiste en estimular entre los integrantes de cada categoría una relación afectiva que se distinga por su condición de perdurable.
En ese aspecto, los viajes son esenciales porque los jugadores comen, duermen y viven juntos durante muchos días. En cambio, esa convivencia no se consigue en las instalaciones de un club porque los chicos sólo comparten el lapso de tiempo durante el cual se entrenan y algún rato mientras se cambian en el vestuario. Además, la mayoría de los técnicos coinciden en que los juveniles realizan los ejercicios con otra actitud y aseguran que están mucho más predispuestos a cumplir con los trabajos cuando hacen la pretemporada en lugares distintos a los que utilizan para entrenarse durante todo el año.
En el caso específico de Lanús, la pretemporada de las Divisiones Inferiores se realiza a principio del año porque se tiene en cuenta que su plan de trabajo es anual. Antes de emprender el viaje, los preparadores físicos se toman una semana o dos para ver cómo llegan los jugadores de sus respectivas vacaciones. Durante ese período, se testea a los juveniles y se arman los planteles. Las primeras categorías en viajar son las grandes (4ª, 5ª y 6ª división) y luego las menores (7ª, 8ª y 9ª). En tanto, cada delegación lo hace con 30 jugadores, salvo la cuarta y la novena, en la que viajan 35.
Durante esos diez o doce días que dura la pretemporada, los trabajos están a cargo de los preparadores físicos, que dividen las jornadas en dos turnos: uno matutino y otro vespertino. Eso sí: en su mayoría se realizan labores físicas con y sin pelota, pero sobre todo destinadas a mejorar la resistencia y la capacidad aeróbica que es necesaria para aguantar el ritmo de un campeonato largo y para que los jugadores sufran menos lesiones. También se desarrollan cualidades básicas que por una cuestión de espacio, de tiempo y de terreno no se puede llevar a cabo en las instalaciones del Polideportivo.
Es cierto que mantener semejante proyecto demanda muchas horas de trabajo y una altísima cantidad de dinero. Pero no hay dudas de que debería ser tenido en cuenta por todos los clubes del fútbol argentino. Está claro que los logros deportivos e institucionales no tardarán en llegar. Y de esa manera la inversión no será en vano. Los resultados están a la vista. Sólo hay que intentarlo.
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