En el ojo de la tormenta. Schurrer, más cuestionado que nunca. |
En el fútbol moderno, sobre todo
en el argentino, las diferencias entre
un equipo y otro pueden definir un partido. Grandes, medianas, pequeñas… no
importan sus tamaños; al fin y al cabo son determinantes al momento de inclinar
la balanza hacia un lado o hacia el otro. No siempre es una cuestión de azar.
Por ejemplo: hay diferencias entre un
equipo que sabe a lo que juega y otro que deambula por la cancha; entre uno que
persigue un objetivo claro y otro que tiene la intención de aferrarse a ése,
desatinado él, que le permitirá justificar una campaña que, desde el vamos y
más allá de cómo finalice, es pésima. Porque para alcanzar una meta se
tiene que estar convencido de ella. Y ese no es el caso de este Lanús, que cada
semana cambia sus objetivos de acuerdo a su conveniencia. Y así le va: sufre con rivales que son inferiores en
cuanto a materia prima, pero que lo superan notoriamente porque conocen las
limitaciones propias y las ajenas.
Sino pregúntenle a este Arsenal,
que anoche necesitó sólo un poco de inteligencia y de efectividad para
asestarle un golpe de knockout a Lanús y justificar así su mote de candidato a
pelear el Clausura. Efectividad que encontró de la mano de Aguirre, Zelaya y
Ortiz, y la cuota de inteligencia que aportó el colombiano Carbonero, una
verdadera pesadilla para la defensa y, sobre todo, para Balbi, quien no le ganó
una vez en el mano a mano. Pero no fue todo mérito del dueño de casa, ya que el equipo de Schurrer hizo lo propio. Casi
todo mal, pero lo hizo. Ni siquiera tuvo la astucia para aprovechar el penal
(inexistente) que Regueiro cambió por gol. Si hasta Pavone tuvo una noche
que querrá olvidar rápidamente… Para mal de males, las opciones que aguardan su
oportunidad en el banco de suplentes no ofrecen nada distinto; no aportan
frescura, claridad ni cambio de ritmo. Al contrario: se amontonan en los
últimos metros y generan más desorden. La
responsabilidad no es sólo de los intérpretes, claro está; ya que en realidad
hacen lo posible para plasmar la idea de un conductor cada vez más cuestionado
por sus actitudes dentro y fuera de la cancha.
Lo único que amparaba hasta ahora
al entrenador granate era la correcta
actuación en la
Copa Libertadores. Sin embargo, la frustrada eliminación con
Vasco da Gama aniquiló el sueño y la cruda realidad quedó al descubierto. “Tendrá que redondear una campaña de 30
puntos para que nos sentemos a hablar sobre su renovación”, disparó la
semana pasada el presidente Nicolás
Russo. Lo concreto es que a Chucho se le escapó una buena
posibilidad para acortar la distancia (de diez unidades) que lo separa de su
próximo recibo de sueldo y que lo acerca cada vez más a la rescisión de su
contrato. Y todo por esta deslucida campaña, que comenzó con la ilusión de
la triple competencia y que terminará –en el mejor de los casos- con un ciclo
cumplido. Es que, ya sea por knockout
técnico o por puntos, Schurrer sabe que estará pronto fuera de combate.
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