lunes, 14 de mayo de 2012

La fiesta fue toda Granate

Por acá no. Braghieri corta el avance de Chávez; el defensor anotó el primer gol de Lanús.


En un partido emotivo y de alta intensidad, Lanús derrotó por 2 a 1 a Banfield y se quedó por segunda vez consecutiva con el Clásico del Sur. Diego Braghieri y Mariano Pavone pusieron rápidamente en ventaja al equipo de Gabriel Schurrer, en tanto que Facundo Ferreyra achicó la diferencia cerca del final del encuentro.

Cuando los hinchas de ambas parcialidades aún se estaban acomodando en sus respectivos lugares, Braghieri se elevó más que todos, incluso que sus propios compañeros, para cabecear un centro perfecto de Diego Valeri y poner en ventaja a Lanús. Fue un golpe de nocaut para el conjunto dirigido por Eduardo Acevedo, que hasta ese momento había ejercido una presión asfixiante sobre la salida rival.

La jugada que enarbolaron minutos más tarde Eduardo Ledesma y Valeri se merece un párrafo aparte; sobre todo por la excelente definición de Mariano Pavone. Indescriptible. El Tanque ratificó su gran presente con una hermosa vaselina sobre la humanidad de un -sí, como en todos los clásicos- quejoso Cristian Lucchetti. Un gol de otro partido. Calidad en estado puro.

Con la merecida ventaja de dos goles a su merced, el Granate cambió sus planes y le cedió (¿inconscientemente?) la iniciativa al Taladro, que pecó de impreciso y que inquietó poco el arco defendido por un Agustín Marchesín cada vez más afianzado. Así, con la astucia y la jerarquía de uno más los nervios y la intranquilidad del otro, el primer tiempo llegó a su término con la sensación de que Lanús estaba ante la posibilidad de tomarse revancha de una goleada en contra sufrida en tiempos de algarabía.

Pero eso no sucedió. Los de Chucho Schurrer salieron dormidos al complemento y lo pagaron muy caro. De hecho, Lanús tuvo que dejar de lado los zapatitos blancos y ponerse el overol para defender con uñas y dientes -sobre todo con dientes- los atolondrados avances de Banfield, que creció notablemente con el ingreso de Jorge Achucarro. Para colmo, la -hasta el final del partido inexplicable- salida de Mariano Pavone incrementó la confianza de la visita, que saturó el campo de juego con delanteros y pasó a defenderse con una línea de tres.

De manera incomprensible, el Granate se metió peligrosamente atrás y le facilitó a su rival el gol del descuento: Toledo desbordó sin dificultades por la derecha y envió un centro que encontró bien parado a Ferreyra para ajusticiar a Marchesín. Así, Banfield se puso a tiro inmerecidamente. Y de no haber sido por la fiereza de algunos jugadores locales, como Matías Fritzler y Paolo Goltz, el desenlace del clásico pudo haber sido otro. Pero la fiesta ya había empezado afuera. Y se extendió por muchas horas más...

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