lunes, 8 de octubre de 2012

“El deseo de regresar a Lanús está siempre”

Pero aún no. "Es complicado porque sueño con pasar a otra liga", reconoce el veintitrés.

Desde la lejana y extravagante Ucrania, Sebastián Blanco habló con el Diario del Grana y contó cómo sobrelleva su vida en un país con costumbres no tan similares a las argentinas.

Un día cualquiera, en algún locutorio del barrio. El reloj marca que en la (cada vez más) calurosa Ciudad de Lanús son las seis y media de la tarde. Conectar de una manera tan rápida dos puntos que geográficamente se encuentran separados por más de 12 mil kilómetros de tierra y de agua salada nunca fue tan sencillo. Y eso que las probabilidades de equivocarse al marcar el código de área, las claves ultra secretas y el número propiamente dicho son altísimas; por no decir que es más factible pifiarle y volver a intentarlo. El tono de llamada avala las combinaciones y el personaje en cuestión tarda milésimas de segundos en atender. Luego de las reverencias cordiales y de los elogios de rutina, Sebastián Blanco (24 años) se dispone a contar los detalles habidos y por haber de su estadía en la peculiar Ucrania, donde se encuentra desde enero del año pasado, cuando tomó la ardua decisión de dejar su entrañable Lanús para sumarse al Metalist y asentarse en un país por demás excéntrico.

“Acá son las doce y media de la noche y en un rato cortan las luces de toda la ciudad”, anticipa el talentoso volante con una naturalidad que sorprende. Y revela otra singularidad un poco más lógica: “En la televisión no se entiende nada de lo que dicen por el idioma, por eso sólo miro los programas argentinos o los partidos de fútbol. Me meto mucho en una página de Internet a la que me suscribo mensualmente”. A pesar de que no se reconoce como un amante de la computadora, Blanquito admite que esta le sirvió para estar conectado con sus seres queridos. “Es una compañía permanente para alguien que está tan lejos de su país. Uso bastante el Twitter (@sebablanco23) porque hay mucha gente que me brinda cariño y uno trata de retribuírselo”, se sincera. Y enseguida añade: “A veces me preguntan cómo hago para estar conectado por la diferencia horaria (son seis horas más), pero a mí me gusta porque de esa manera estoy pendiente de lo que sucede en mi país”.

Son demasiados obstáculos los que tiene que sortear constantemente Seba Blanco para que su vida cotidiana sea más llevadera. Una de esas dificultades es adaptarse a una lengua que ni siquiera es la que predomina en el territorio que lo alberga. “La ciudad donde vivo es Járkov, que es la segunda más grande de Ucrania y está a 50 kilómetros de Rusia, por lo que el idioma es prácticamente el ruso, que es diferente al ucraniano. De cualquier manera son imposibles los dos, aunque algo hemos aprendido”, asegura el Chucky con un dejo de resignación. Y aclara que el clima es otro de los problemas principales de esa región: “He jugado en invierno con una temperatura de -26° y después en verano con 40°. Un día tuve un problemita, recuerdo que fue durante un amistoso. Se podía jugar con gorrito, pero yo no quise para ir adaptándome y terminé con las orejas quemadas, ya que es como fuego. Estuve tres días sin salir con las orejas al aire libre. Fue una cosa increíble”.

A simple vista pareciera que la travesía de Blanco por la Europa oriental comprende un sinfín de contratiempos y de preocupaciones. Pero no son todas pálidas las situaciones que suceden en su desenvolvimiento cotidiano. “En el plantel del Metalist somos seis los argentinos (NdeR: Cristian Villagra, Marco Torsiglieri, José Sosa, Juan Manuel Torres y Jonathan Cristaldo), y estamos siempre en contacto y aferrados entre nosotros. Salimos a comer a algún restaurante o nos juntamos en casa para hacer asado, aunque el de acá no se parece en nada al de Argentina. Es sólo un pedacito de carne, je…”, ironiza el jugador nacido en Lomas de Zamora. Y asevera que esos mitines son fundamentales para no sentir el exilio en exceso: “Es más que nada para pasar un rato y sentirnos un poco más acompañados. Cuando tenemos el día libre salimos de noche, ya que hay boliches como en todos lados. Uno de los inconvenientes es el idioma y la música, pero para distraernos un rato viene bien. Y el otro problema es la Policía…”.

- ¿Y eso por qué?

- Nos para siempre por la calle porque los autos de los jugadores tienen el número de su camiseta más dos ceros en la patente. Ellos saben a quiénes parar, y te persiguen durante la noche para ver si vas a comer o a tomar algo, pero sólo quieren plata. Así que están todo el tiempo. En Ucrania ese tema está un poquito peor que en Argentina.

- ¿Cómo son los entrenamientos en Ucrania?

- Acá se entrena de tarde por el invierno. No hay un horario fijo, ya que por ahí un día vas a la tardecita, comés y te quedás hasta la hora de la práctica. Por lo general empiezan a las cuatro o cinco. Se está mucho tiempo en el club aunque no nos entrenamos tanto porque se le da demasiada importancia al descanso.

- ¿Cómo es el juego? ¿En qué posición te ponen?

- Es medio raro porque se juega 4-4-1-1, pero los dos que van por afuera más el enganche y el delantero son bajitos, rápidos y ofensivos. Por eso yo juego por izquierda o por derecha, y a veces como un mediapunta. Varía un poco, pero la idea es siempre la misma: jugar de manera asociada y mezclar las posiciones para no estar tanto tiempo en una punta.

- ¿Y el Metalist cómo marcha en el campeonato?

- El equipo ahora está tercero, a un par de puntos del Dínamo de Kiev y del Shakhtar Donetsk, que es el líder. Está por empezar la Copa UEFA, que es lo que hace que uno se quede un poco más, y tenemos que enfrentar al Bayer Leverkusen. El año pasado llegamos a cuartos de final y nos quedamos afuera por un gol contra el Sporting de Lisboa. También hemos enfrentado al Olympiakos y al Az Alkmaar. Es una copa muy linda porque también bajan equipos de la Champions, como en su momento lo hicieron el Manchester City, el United y el Nápoli. 

- ¿Vivís cerca del lugar de entrenamiento?

- En auto tardo más o menos 30 minutos porque está alejado y es afuera de la ciudad. Es una base gigante con cinco o seis canchas, una de arena, más el gimnasio y el hotel donde nos concentramos y estamos todo el día. Podés quedarte toda la semana porque cada uno tiene su habitación. Cuando se entrena el equipo cierran la calle. Nuestro estadio es hermoso y hay siempre arriba de 30 mil personas.

- ¿Las canchas de allá tienen calefacción?

- No todas… Y las que tienen, deben cortarla antes de que empiece el partido. Es por eso que jugás con toda la ropa que alcances a ponerte debajo de la camiseta, pero tiene que ser del mismo color. Uno se acostumbra a esas cositas como, por ejemplo, jugar con hielo.

Los minutos pasan y la advertencia que hizo Blanco en la génesis del coloquio telefónico está a punto de hacerse realidad. Las preguntas sobre su vida cotidiana quedan en segundo plano y en uno de los márgenes de la marchita libreta de apuntes resplandece una palabra de corta pronunciación, pero de inconmensurable estima: Lanús. Y, claro, un eventual retorno en un futuro no tan lejano. “Uno está acá temporalmente y en algún momento tendrá que volver. No pienso en la vuelta al club porque es complicado, ya que uno tiene el sueño de hacer bien las cosas y de pasar a otra liga. Pero el deseo de regresar está siempre. A fin de año ya voy a tener recorrido dos años del contrato que firmé, que es por cinco temporadas. La idea es que en junio…”, alcanza a decir Seba antes del aviso que notifica que la comunicación ha finalizado. ¿Le habrán cortado la luz como anticipó? ¡Si todavía falta un suspiro para la una de la madrugada! En ese momento, una voz en el tubo explica que la tarjeta se ha quedado sin saldo. ¡Qué costoso es llamar a Ucrania! En fin… No faltarán oportunidades para los agradecimientos y, por supuesto, para indagar qué es eso que tiene en mente realizar en junio del 2013. ¿Volverá?

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