Gustavo
Barros Schelotto asegura que la excelente relación que tiene con su mellizo es
clave para desempeñarse en su rol. Conocé al personaje que hay detrás del
ayudante de campo de Guillermo.
Su mano derecha. Gustavo, al costado de Guille, observa el crecimiento de Lanús. |
“Los
hermanos sean unidos, porque ésa es la ley primera. Ya que si entre ellos se
pelean, los devoran los de afuera…”. Cuando José Hernández plasmó este adagio en su popular Martín Fierro, obra
literaria ejemplar y muy conocida del género gauchesco argentino, nunca imaginó
que en el tiempo se iba a forjar un dúo tan unido como los flecos de su pluma. La
referencia, claro está, es para los mellizos Barros Schelotto, una dupla que no
necesita demasiada presentación y cuya verdadera alma máter es la
confraternidad. El destino quiso que fuese Guillermo quien viera la luz del
mundo diez minutos antes de la venida de Gustavo. Y este primero, conforme a
uno de los mandamientos innatos que se les concede a los hermanos mayores al
nacer, ha sido –a su manera, obviamente- el perro lazarillo que ha acompañado a
su cuate en casi todos los aspectos de la vida, sobretodo en su carrera
deportiva.
Así como el fútbol los
independizó a fines del siglo pasado, cuando uno se quedó en Boca para hacer
historia y el otro emigró para buscar su lugar en el mundo, el presente los encuentra más unidos que
nunca en una profesión que es prácticamente nueva para ambos. Y contra los
pronósticos que auguraban un desenlace incierto, ya demostraron que están a la
altura de semejante responsabilidad. Algunos entendidos del ambiente creen que la inteligencia de Gustavo fue el
complemento ideal para la picardía de Guille. Y que así se amalgamaron los
componentes sustanciales para la formación de una yunta prometedora. “Para mí es más fácil trabajar con mi hermano
porque tengo una absoluta confianza para decirle todo lo que pienso, le guste o
no. Sé que si se enoja, se le pasa al ratito”, admite Gustavo mientras
camina por la renovada platea central de La
Fortaleza. Y continúa: “Quizás con otra persona, por más buena relación que tuviera, no sería
lo mismo”.
- ¿Qué
sensación te genera estar en Lanús?
- Estoy muy contento y,
sobretodo, cómodo. Con Guillermo tratamos de plasmar nuestras ideas en el
equipo, aunque no es fácil… Hay algunas cosas que uno las puede cambiar de un
día para el otro, pero hay otras que llevan más tiempo. Entiendo que en el
fútbol argentino son los resultados los que obligan. Pero pienso que podremos
aplicar los conocimientos que tenemos en la medida que trabajemos tranquilos y
acompañen los resultados.
- ¿Cómo
fue que supiste que existía esta chance para venir?
- Yo había regresado de
Peñarol y mi hermano me comentó sobre esta posibilidad y algunas más del
exterior. Me dijo que un periodista de Lanús lo había puesto al tanto. Pero era
todo extraoficial, obviamente… Y un día lo llamó Nicolás (Russo) para que nos
reuniéramos. Desde el primer momento que nos sentamos a charlar se dejaron en
claro las ideas de ambas partes.
- ¿Y
tuvieron que pensar mucho la decisión?
- No porque conocemos perfectamente
el fútbol argentino y sabemos lo que sucede en la gran mayoría de los clubes,
aunque hay algunas cuestiones interiores que uno no maneja. En líneas generales
sabíamos lo que era Lanús. Lo que creíamos de esta institución antes de llegar
es lo que vemos ahora. Nuestra prioridad era un club de Primera y que estuviera
bien organizado. Es decir, un lugar donde tuviéramos que preocuparnos sólo por
el equipo y no por otras cuestiones. Y Lanús no sólo daba esas posibilidades
sino que también tenía un buen plantel.
- ¿Qué
hablaron con Guillermo antes de contestar la propuesta?
- Estábamos esperando que
surgiera una oportunidad para trabajar juntos. No debatimos en profundidad
porque era una cuestión que habíamos discutido en muchas ocasiones y que conocíamos.
Lo que trato de decir es que podemos discutir alguna acción en particular, pero
los dos sabemos cómo va a reaccionar el otro ante cualquier estímulo.
-
Nicolás Russo dijo que ya los tenía en mente. ¿Cómo se conocieron?
- Yo lo conocí en el 2004,
cuando quiso traerme como jugador. Estuve muy cerca de venir, pero apareció el
interés de Gimnasia, a donde yo no había querido regresar porque estaba
enfrentado con la dirigencia. Pero luego asumieron otros dirigentes y me
llamaron cuando yo tenía todo arreglado para llegar a Lanús. Entonces llamé a
Nicolás y le expliqué mi situación.
-
¿Tenés idea de cuántas horas estás junto a tu hermano?
- Pasamos mucho tiempo juntos
porque nos reunimos a la mañana para venir al club y generalmente nos
encontramos de vuelta a la tardecita para definir algunas cosas del equipo con
respecto al partido que viene o para ver detalles del rival. Igual para
nosotros es un placer.
- Se
nota un cambio muy importante en la personalidad de ustedes respecto de cuando
eran jugadores…
- Ya somos más grandes y hay
algunas cosas que hicimos como jugadores que hoy en día no tienen sentido. Una
de ellas era protestar mucho. Ahora ocupamos un rol mucho más importante y no
es bueno que el jugador se encuentre con un escándalo cuando mira al banco de
los suplentes, ya que eso no le transmitiría ninguna tranquilidad.
-
¿Es difícil abstraerse de lo que fueron como futbolistas?
- Hay que ser realistas y
saber que eso ya pasó. Ahora uno está en Lanús y tiene que preocuparse por esto
que le toca. En el futuro vamos a recordar lo que fuimos cuando charlemos con
nuestros amigos. Ojalá que en esas charlas también podamos sumar a Lanús.
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