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A gozar. El Bicho festeja el gol de Pablo Hernández, la certeza de la permanencia en Primera. |
De
una gran hazaña se trata este relato. De pararse de guapo
ante Goliat y salir victorioso. Y de poner el pecho en la
situación más difícil. Eso es Argentinos, que se quedó
en Primera como le demandaba su rica historia: con una sorpresiva
victoria frente al flamante campeón Newell’s, aquí, bien de
visitante.
Hasta
el frentazo agónico de Pablo Hernández, ni Caruso Lombardi ni los
jugadores habían festejado en la fría tarde de Rosario. Ni siquiera
se inmutaron cuando River se imponía con soltura sobre San Martín.
Recién cuando
Carlos Maglio sonó su silbato por última vez celebraron a lo grande
en una fiesta que les era ajena. Y se unieron en un gran abrazo
al grito de “¡Vamos, vamos los pibes!”.
No
era necesario imaginar el clima en el vestuario visitante. Con verlo
de reojo, alcanzaba. Ahí estaba Caruso, hacedor de esta proeza y
blanco más buscado. Dialogó con cualquiera que se le acercaba
con un grabador o una libreta, se abrazó con los dirigentes y bromeó
con sus jugadores. Incluso, algunos simpatizantes locales se
acercaron para agradecerle la permanencia en la temporada 2008-09.
Trató de no hablar de su continuidad, aunque el presidente Luis
Segura aseguró que el DT se quedará.
Todo
lo que le pasó a Argentinos en este campeonato fue demasiado
desgastante. Luego de la salida de Schurrer y del interinato de De
Sarasqueta, llegó Caruso. El equipo mejoró, pero una serie de cinco
derrotas al hilo lo acercó a Independiente. En el medio, el DT
prescindió de Matellán, Garcé y Placente. Y se rumoreó que
Segura había vendido el descenso por un puesto en la FIFA. Ayer
el presidente dijo: “Dios me ayudó. No tengo ganas de seguir.
Lo definiré en la semana”.
Lejos
de debilitarlo, esos conflictos fortalecieron a Argentinos. Caruso
apostó a los juveniles y los resultados empezaron a llegar, con
la levantada de San Martín como amenaza constante. Por eso se
entendió ese agotamiento que lucieron los jugadores en el vestuario.
Se miraban y no podían creer lo que tuvieron que pasar. Estaban
felices como si los campeones hubieran sido ellos. Algo parecido
ocurría en Buenos Aires, donde unos dos mil hinchas
rompieron una puerta del estadio de La Paternal e ingresaron para
celebrar... El desahogo fue completo.
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