Después
de la premiación y de la vuelta olímpica con el trofeo de la Copa
Sudamericana, los festejos se trasladaron a la intimidad del
vestuario. Allí, los protagonistas de la hazaña se unieron en un
abrazo interminable y entrañable con sus seres queridos. No
faltaba nadie de los que tenían que estar en un momento tan
reservado: desde ex jugadores y glorias del club, hasta algunos
infiltrados que se dieron el gusto de compartir semejante
celebración.
La
escena hablaba por sí sola. En una esquina, un eufórico Agustín
Marchesín era un hincha más: saltaba con algunos simpatizantes
y dirigía el cancionero. En otro costado, Lautaro Acosta no paraba
de sacarse fotos y de relucir la medalla sobre su pecho. Paolo Goltz
no se sacó la cinta de capitán en ningún momento, ni siquiera
cuando se la pidieron como recuerdo del título. Y los juveniles
-aquellos que no ingresaron ni siquiera un minuto como Marcos Astina,
Lucas Vera Piris y Jorge Valdez Chamorro- no salían de su asombro
por lo que estaban viviendo.
Adentro
del vestuario, los redoblantes sonaban al ritmo que imponía Diego
González. Y Lucas Melano bañaba a sus compañeros con
champagne. Mientras que Leandro Somoza daba notas por una de las
ventanas del vestuario. “No se puede describir en sensaciones.
Estamos muy contentos. Hacía mucho que veníamos peleando los
torneos y no podíamos lograrlos. Es un justo premio para este
plantel, que desde hace varios años es uno de los mejores del país”,
señaló Maxi Velázquez.
Para
Carlos Araujo, la Sudamericana es un desquite por la final que
perdió en 2009 con Huracán. “Lo
tomo como una revancha por eso que pasó contra Vélez. Es mi primer
título y, encima, internacional. Es importante para mí y para mi
carrera. Me pone muy feliz porque me quedan menos años de los que he
recorrido”, dijo el lateral derecho.
Cuatro
periodistas recorrieron 1.167 kilómetros para estar cerca de
Jorge Pereyra Díaz. Vinieron desde su La Rioja natal para
transmitirlo en vivo. Y a pesar de que el delantero se perdió la
final por la suspensión de amarillas, estaban satisfechos por el
regalo que se llevaron hacia su provincia.
Tampoco
faltaron las mujeres de los jugadores y sus hijos. Los niños,
inquietos, querían más protagonismo que sus padres. En un cuartito
aparte, Guillermo Barros Schelotto seguía analizando junto
con su cuerpo técnico y algunos dirigentes el recorrido de Lanús
por la Copa.
Lo
llamativo fue la camaradería que hubo entre los directivos de las
distintas agrupaciones políticas de la institución, la cual se
vio reflejada en el estrecho abrazo entre el presidente Alejandro
Marón y su antecesor Nicolás Russo.
Ya
con un ambiente mucho más reservado (sin hinchas ni periodistas) los
cantos alusivos al campeonato se prolongaron hasta entrada la
madrugada. Mientras que la tercera estrella ya reluce encima del
escudo, los campeones volverán hoy a los entrenamientos con la
mira puesta en Newell’s y en forzar otra hazaña.
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