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Pura clase. Alvarado merecía esta celebración después de ponerla contra un palo en el 2-0. |
Cuando
un equipo tiene su libreto claro y lo desarrolla al pie de la letra,
como se ensaya durante la semana, cualquiera de sus intérpretes es
capaz de convertirse en el protagonista principal de la escena. Pablo
Alvarado sabe de qué se trata esta situación:por el estilo de
juego que pregona Juan Antonio Pizzi, hasta los defensores se animan
a realizar maniobras impensadas, de otros partidos.
Si
un jugador tiene la confianza por las nubes, puede hacer lo que
pretenda. Por ejemplo, tomar la pelota en tres cuartos de cancha,
enganchar con la derecha para sacarse de encima a un rival y definir
con la zurda, con el efecto hacia adentro, para poner el balón lo
más alejado posible de la estirada del arquero. Eso hizo Alvarado,
más acostumbrado al roce que a las definiciones de lujo y los
flashes de las cámaras.
“No
soy de convertir. Para nada. Esta vez se me dio en una jugada en la
que fui al ataque. Definí bien, la puse contra el palo. No me iba a
salir otra cosa, ja”, expresó, más feliz que nunca, el
marcador central de 27 años. Y dejó un concepto que clarifica
todavía más la intención de juego de Pizzi: “No me pide que
llegue al área rival, pero él da la libertad para que cualquiera se
sume al ataque y haga un gol”.
Lo
que dijo Alvarado es tan cierto como revelador. Antes de plasmar esa
obra maestra de la definición, el portador de la camiseta 25 ya se
había mandado al ataque en cuatro o cinco ocasiones. Ya había
roto líneas al estilo de los defensores del Barcelona o del
Bayern Munich. Desde atrás, Alvarado empuja como si fuera un
lateral más. Siempre que éste va hacia adelante, su rueda de
auxilio es Juan Ignacio Mercier. Así de mecanizado está San
Lorenzo. El estilo que promueve le sube la moral a cualquiera de sus
jugadores. Incluso a los menos dotados técnicamente.
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